A estas alturas podemos decir casi con seguridad que ChatGPT es uno de los chatbots de inteligencia artificial más utilizados en todo el mundo. OpenAI, la empresa que lo ha creado y desarrollado, se enfrenta ahora a una demanda por infracción de derechos de autor de varios escritores, que alegan que los modelos de los algoritmos de inteligencia artificial que utiliza ChatGPT fueron entrenados con conjuntos de datos obtenidos ilegalmente y que contenían sus obras.
Paul Tremblay, autor de «The Cabin at the End of the World», y Mona Awad, una escritora de Massachusetts, han interpuesto una querella contra OpenAI acusándole de usar su trabajo, es decir, sus obras literarias, para entrenar a ChatGPT. La querella establece que gran parte del material del conjunto de datos proviene de obras protegidas por derechos de autor, incluidos los libros de Tremblay y Awad, y que, de hecho, ChatGPT puede resumir sus libros, lo que infringe sus derechos de autor. Como prueba de esta infracción a sus derechos de autor, los abogados de la parte demandante presentaron ejemplos de resúmenes que ChatGPT realizaba de sus libros, los cuales consideraban que eran «muy precisos» y son una prueba ineludible de que ChatGPT había sido entrenado con ellos.
Tremblay y Awad no han sido los únicos escritores que se han enfrentado a OpenAI por este motivo. La humorista y autora estadounidense Sarah Silverman también ha iniciado acciones legales frente a OpenAI por el uso indebido de su obra. Silverman, junto a otros dos escritores, interpuso una demanda colectiva en el Tribunal de Distrito de California por considerar que sus obras protegidas por la ley de derechos de autor de Estados Unidos han sido utilizadas sin su consentimiento para entrenar a ChatGPT.
Tanto Tremblay y Awad como Silverman y los otros dos autores con los que interpuso la demanda colectiva se dieron cuenta del ‘robo’ de información cuando conversaron con ChatGPT. Todos ellos solicitaron a ChatGPT que diera un resumen detallado de sus libros y ChatGPT cumplió. Resumió tan bien las obras que, para ellos y sus abogados, fue una prueba de que GPT tuvo que consumir sus libros de manera ilegal para conocer su contenido.
El uso de obras protegidas por derechos de autor se convierte, así, en un quebradero de cabeza para las tecnológicas que quieran entrenar a sus algoritmos de inteligencia artificial, y a la vista está que estas últimas pueden enfrentarse al pago de indemnizaciones por daños y perjuicios fruto de las infracciones a derechos de autor en las que pueden incurrir.
Con el avance de este tipo de tecnología y el entrenamiento de estos modelos de lenguaje se pone de manifiesto la importancia de estar debidamente asesorado no sólo por abogados expertos en inteligencia artificial sino también por abogados especialistas en la protección de la propiedad intelectual, pues cada vez será más común insertar cláusulas que prohíban, específicamente, utilizar las obras con fines de entrenamiento para algoritmos de inteligencia artificial.